lunes, 24 de noviembre de 2014

MADURANDO

Parece mentira, pero uno ya llega a una edad a la que creía que nunca iba a llegar y, por gracia o desgracia, ha llegado.
Pero el hecho de llegar no ha cambiado nada. O sí, como se mire...
Uno sigue recordando aquellos días en los que iba al colegio y engullía (con gusto, o como esa comida que nunca nos gustó ver en nuestro plato) decenas de datos, de los que posteriormente nos preguntábamos para qué nos servirían en la vida. Buscaba con furtivas miradas aquella chica que me gustaba y que, a mal pesar mío, nunca correspondió. Sin embargo, pasado el tiempo, hay miradas, sonrisas, saludos... incluso tirando de meditación, uno se recrea en un amistoso y caluroso abrazo lleno de cariño atemporal.
Si bien es cierto que muchos de aquellos compañeros continúan viviendo en el barrio o cerca de él, debo decir que otros, por designios de la vida, hemos tenido que dejarlo con pena, pues "lo de los mayores" ahora es lo nuestro, y uno va donde puede ganarse el sustento del que pocos nos percatábamos que a nuestros padres les costaba sudor y lágrimas ganar.
Muchas veces hacemos nuestra aquella expresión de nuestros padres: «¡En mis tiempos... (...)!» y a quien mirabamos estupefactos a la persona que lo dijese, pues siempre argumentaba que eran mejores y hacían cosas que recordaban con infinita añoranza. Ahora somos nosotros los que nos hacemos eco de aquella expresión, y no pocas veces me he mordido la lengua para no soltarla a viva voz o, gracias al mega-archivo que es internet, se nos dibuja una sonrisa cuando vemos alguna "intro" de aquellos dibujos animados que nos devuelven a nuestra infancia por unos segundos y que enseñamos a nuestros hijos con sumo orgullo.
Cabe destacar que, como siempre, el listo de la clase ha madurado a la vez y que, como uno, recuerda aventuras y desventuras de tiempos pasados y ha decidido plasmarlas en múltiples formatos. Pero gracias a él (en este caso, ellos) nuestros hijos pueden disfrutar de una visión general de nuestra infancia, a la que ya no pueden negar ciertas verdades.
Y te das cuenta otra vez de que has vuelto a llenarte la boca con aquella frase de: «"¡En mis tiempos...!"», y no puedes más que carcajearte de tí mismo, darte con un "toma-toma" de Capitán Cavernícola y evidenciar que has madurado, que ya no corres, ni saltas, ni juegas como lo hacías de niño y, aunque te cueste creerlo, eres el "señor tan serio de traje y corbata" que asusta a los más pequeños cuando les diriges un saludo o eres "el papá de..." porque has pasado de ser "el hijo de..." sin crearte como referencia.

Vuelves a tus quehaceres de adulto y sin embargo no dejas que se pierda esa parte de infancia que aún perdura en tu recuerdo.

Agradecer a los "listillos de la clase", Javier y Jorge por su blog, web y libro (y a saber si hasta documental o película) "Yo fui a EGB" por hacer con nuestros recuerdos una parte muy importante y accesible de nuestros "escarceos laborales". Muchas gracias, compañeros.